Llámenme cateto, se lo pido por favor y, como seguro que no entienden el motivo, les animo a leer hasta el final de esta columna. Estoy convencido de que todos recordarán al extraordinario Alfredo Landa y la película en la que interpreta a un recluta en San Fernando y que lleva por nombre el título de esta columna. También es posible que recuerden al maravilloso Paco Martinez Soria en cualquiera de sus películas, pero especialmente en la titulada “El Turismo es un gran invento”. Pues bien, hoy ellos son mi inspiración para narrarles la siguiente reflexión.
Ahora más que nunca, nuestros jóvenes y no tanto, hacen las Américas, las Indias o las Kazajas en busca de un futuro profesional y de un sustento que les permita asistir a sus familias. Hoy quiero prestar atención a esas maletas de expatriados, como las de Landa y Martinez Soria, cargadas de víveres de nuestra despensa nacional, fuga de sabores patrios, botiquines para esos momentos de tristeza o simplemente de gastromorriña en los que un bocado, un sorbo o simplemente el aroma de un producto de la tierra son el mejor quitapenas posible. También podría decirse que las penas con pan son menos penas y con Cinco Jotas, ni penas, ni leches. Pero a lo que íbamos: cada vez es más frecuente encontrar en esas extraordinarias maletas productos gourmet como litros de aceite de oliva virgen extra, tacos de mojama de atún de almadraba, latas de conservas, botellas de Fino o de Brandy así como los recurrentes picos, turrones o polvorones.
Estos cargamentos de felicidad son la maleta más preciada. Nos preocupa bien poco perder los calcetines o las camisas, pero sí la caña de lomo, el morcón o el salchichón están a buen recaudo en el maletón. Yo en alguna ocasión, al igual que Landa, he llevado un maletón con Jamón, picos y Fino Quinta para hacer las delicias de Nadal, Gasol o Sergio García en cualquier rincón del planeta y doy fe de su poder como súper alimentos. Tampoco les digo nada nuevo si han visto en alguna ocasión “Españoles por el Mundo” que cuando a algún parroquiano le preguntan qué es lo que más echa de menos de su tierra, algunos no se acuerdan ni de la madre que los parió y del tirón van por el Jamón… criar hijos para esto. En un mundo globalizado y siempre ocupado, nuestra gastronomía local ha conseguido alcanzar un lugar privilegiado en la vida de las personas ayudándoles a encontrar micro-espacios de felicidad a través de los productos elaborados por los agricultores y ganaderos. Por eso ahora que no les pagan por su esfuerzo llámenme cateto porque yo no entiendo nada.