Si escribimos en cualquier “buscador” las palabras “crítica gastronómica” nos sorprende, e incluso nos puede llegar a estremecer, la cantidad desmedida de páginas que se dedican a este menester. Si el asunto lo extrapolamos a las “redes sociales” pasamos del estremecimiento al aturdimiento al descubrir la cantidad ingente de críticos gastronómicos que tenemos en nuestro país, llegando en algunos casos a discusiones entre ellos que me recuerdan a las más altas disputas académicas de la Escolástica en el Medievo europeo. A mi, particularmente, me produce tristeza e incluso sonrojo. En definitiva no es más que un reflejo de la mentalidad postmoderna en que estamos imbuidos y que tiene como premisa el fin del “metarrelato”, y que en cierto modo me recuerda a la letra de ese maravillo Tango compuesto por Enrique Santos Discépolo llamado “Cambalache” que en tres de sus estrofas dice así: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador ¡Todo es igual, nada es mejor!¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplausos ni escalafón los inmorales nos han iguala’o. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”.
Es curioso y hasta simpático, observar en los restaurantes, en algunos casos como parte del espectáculo del mismo, a los autodenominados “foodies”, analizar, reflexionar, etiquetar, comparar e incluso diseccionar los distintos “pases” que van apareciendo delante ellos para el deleite, o no, de su paladar, del basto conocimiento gastronómico acervazo en las múltiples visitas a “Estrellas”, cual coleccionista de galaxias se trataran. Por supuesto para hacer las delicias de sus miles de seguidores y palmeros en RRSS. Para muestra un botón: hace pocas fechas a uno de ellos, en un restaurante, y delante de mí, tuvieron que explicarle la diferencia entre “salmonete de fango” y “salmonete de fondo”, ya que rechazaba el segundo por faltarle sabor a mar, y lo peor es que lo confundió en su “crítica”. Lamentable.
Hablemos en serio y sin cinismo, la “crítica gastronómica”, (que por cierto está muy denostada en nuestro país, ya que no es crítica una mera descripción de un plato y comentar sin más “me gusta o no me gusta”), está al alcance de muy pocos, debido a que, no sólo hace falta un amplio bagaje por cocinas nacionales e internacionales, sino que hay tener cierta aptitud innata, al igual que el cocinero o el cantante de “bel canto” debe tener la suya, que con el estudio, trabajo y esfuerzo posterior se consigue la perfección del don. Así que como dice el refrán: “zapatero a tus zapatos” y no perdamos el disfrute por la crítica vacía, inane y en algunos casos mediatizada.
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