Insigne andaluz de pro, que en tu persona aunabas los símbolos del teatro clásico: la risa y el llanto. Malabarista del difícil arte de tener compás en el trato, de hacer transcendente lo banal y simple lo importante. Capaz y capataz. Maestro de todo y profesor de nada.
Ser irrepetible de los que perduran en el tiempo y en el recuerdo. Prosa y verso, música y silencio. Señor de esos que se avergüenzan del elogio fácil y de los que pregonan la amistad sincera, de la claridad en el argumento y en el sostenimiento de la verdad, verdadera.
Psiquiatra de barra, conversador ocurrente, ameno y distendido. Contador de historias, anécdotas, chistes y otras chanzas. Precursor del disfrute en el trabajo, y en la vida. Apasionado en todas sus cosas y Quijote de las causas perdidas. De nobleza serrana, eres contenedor de las antítesis más insospechadas, del surrealismo del Beni, del disparate de Groucho o de la gracia de Quintero. De esas fuentes seguimos bebiendo gracias a ti. ¡Y en el último trago, nos quedamos!
Banda sonora de nuestra tierra, y de las de ultramar. Mestizo de ida y vuelta, defensor a ultranza de que la pureza, además de estar en Triana, reside en la mezcla. En esa mezcla clara y pura que es y será tu imborrable y arrebatadora personalidad. Memorias del Conquistador, conquistado. Presente, siempre presente y nunca pasado.
Espejo de canas y cicatrices sin mover nunca el gesto, de sonrisa permanente hasta en los peores momentos. Así eres y siempre serás al menos en mi recuerdo. Glosarán más de lo que esperabas, menos de lo que merecías. Recordarán y recordarás logros, títulos, y demás gorgoritos, de los que ya ni te acordabas y de los que nunca has presumido. Lo que era el valor para la guerra, tantas veces repetido, querido amigo.
“Jodido pero contento”. Así salí del que sería nuestro último adiós, a ti torero. Torero de toreros del difícil arte de lidiar la vida sin hacer aspavientos. Obligado a no sentirme afligido porque tú, no me lo hubieras permitido. Dispuesto a buscar caras con las que intercambiar sonrisas y algún que otro momento divertido, en el que tú, siempre cobras sentido.
De ti caballero “disfrutón” y presumido, con estas letras me despido, no sin antes entonar aquella irrepetible frase de nuestro querido Rafael Ansón: “Comer poco y bueno, y de lo bueno, mucho”. ¿O era al revés “Tío Nico”?
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