Por motivos laborales tengo la gran suerte de compartir largos tiempos con hombres y mujeres que han llegado a la senectud de sus vidas. Personas que llevan grabadas en sus frentes y manos las largas horas de labranza bajo un imponente e incluso sufriente sol, tan sólo mitigado por el “trago” del agua fresca del botijo. Gentes sencillas y humildes, pero con una filosofía y experiencia de vida, que más quisieran poseer muchos eruditos y “sabios” que pululan por nuestra sociedad.
Es curioso que en todos ellos se repite siempre, antes o después, una idea que se plasma en la siguiente frase: “vivimos en un mundo al revés”. Se escandalizan, pero con un punto de tristeza por lo que supone, que no se le ceda el paso o el sitio para sentarse en el transporte público o que un “maestro” tenga miedo del alumno. Quizá exageren o quizá no.
Esa expresión de “mundo al revés” también la podemos aplicar a la gastronomía actual. Hoy hay muchos “Chefs” que han dejado de serlo para convertirse en examinadores de sus propios compañeros. Dejan sus “cocinas” para adentrarse en las del prójimo, dando lecciones magistrales cual catedrático salmantino del siglo XVI, y cuyo único mérito ha sido caer bien en un casting de una productora más o menos mediática. No me refiero, por supuesto, a cocineros que hacen una labor de difusión, más que encomiable, de la cocina española o internacional, a través de programas de televisión, haciendo un esfuerzo ímprobo por faltar lo menos posible de sus “Casas”. Sino aquellos que juegan a ser críticos gastronómicos, ya sea en los medios de comunicación, sea en los distintos concursos (cada día mas abundantes y por ende más infravalorados y denostados) haciendo de jurado implacable y rigurosísimo capaces de mofarse de las elaboraciones de otro compañero de profesión, o bien aquellos que se hacen ver más en cenas sociales a beneficio de alguna causa, que por cierto siempre son los mismos, que en sus propios fogones a favor de la foto en la revista o del momento de gloria en la pantalla, abandonando aquello que es el verdadero escenario de lo que saben hacer, esto es: cocinar. En realidad es el “mundo al revés” que tanto declaman estos sabios mayores nuestros y que bebiéramos cuidar como oro en paño.
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