A lo largo y ancho de nuestra geografía se celebran durante el verano festivales de música de todo tipo. Son popularmente conocidos el FIB en Benicassim, Low Fest en Benidorm, Al Sur en Chipiona o Bahía Jazz en El Puerto de Santa María. Cada uno de ellos congrega a miles de aficionados, fanáticos seguidores de bandas de culto, que como si de una romería se tratase, peregrinan hasta los pies de los escenarios para disfrutar de su afición. Este nuevo estilo de ocio que se inicio en España hace dos décadas, se ha convertido en un revulsivo para la industria musical al mismo tiempo que favorece al sector de la gastronomía y del turismo en cada lugar de celebración. Es hoy por hoy para una inmensa mayoría de jóvenes, una manera diferente de pasar las vacaciones recorriendo nuestra geografía y conociendo su gastronomía. Muchos de los lectores estarán pensando que estos chicos no tienen presupuesto para degustar grandes viandas pero yo les adelanto que tampoco les hace falta; en nuestro país podemos disfrutar de magníficos platos y extraordinarios vinos con presupuestos muy ajustados si fuera necesario.

No se confundan, estos “chicos de aspecto descuidado” no son lo que parecen a primera vista. Muchos de ellos conocen en profundidad la música y la gastronomía, incluso pueden comparar a artistas de escenario con artistas de fogones y argumentar, por ejemplo, que la última actuación de Cypress Hill en Al Rumbo delante de 45.000 espectadores, fue como ir a cenar con Ángel León a Aponiente, una experiencia potente y sorpréndete que conquista a los paladares más críticos y deja sin palabras a los más entendidos. Otro festivalero podría decirle que escuchar a Vetusta Morla en Al Rumbo, en Cádiz, fue como almorzar en El Akelarre de Pedro Subijana, donde la cocina fluye de una manera natural y donde el protagonista es el producto o la melodía según el caso. Como no podría ser de otra manera escuchar a The Chemical Brothers en Benicassim es como asistir a una cena en Heart, nuevo local de los hermanos Adrià en Ibiza, un espectáculo en toda regla de sabor, luz, color y sonido, tanto en el plato como en la sala o por último, recrearse con el piano de Baptiste Trotignon en el Bahía Jazz que alguno, podría comparar con cenar en El Celler de Can Roca, una experiencia mágica, indescriptible y por supuesto, extraordinariamente recomendable.

No lo duden, este verano, Festival de Sabor.

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