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Francia, ese vecino insolente y arrogante que tantos sinsabores nos ha dado a lo largo de los siglos, también ha sido nuestro referente para muchas otras cosas.
La cultura, la moda, el ordenamiento jurídico, incluso la gastronomía, nos han venido marcados desde el otro lado de los Pirineos.

Y es en materia gastronómica donde quería detenerme, para buscar el origen y procedencia de un término definido por el enciclopedismo como “ comercio que consiste en ofrecer al público un festín ya preparado, servido en porciones, según la voluntad del consumidor y con un precio fijo”.

La historia comienza en París, hacia 1762. Son años convulsos donde en Francia empiezan a rodar cabezas a “troche y moche” y muchos siervos se quedan sin trabajo al quedar descabezado su señor.

Es el momento en que aparece un ciudadano dispuesto a aprovechar los conocimientos culinarios adquiridos en los palacios donde ha trabajado y se propone utilizar esas recetas para dar de comer a los paisanos que patean las calles de París. Ese buen hombre se llamaba Boulanger y abrió un comercio en la rue des Halles, indicando en la marquesina este latinajo premonitorio: “Venite ad me omnes qui stomacho laboratis, ego restaurabo vos”, que traducido al castellano vulgaris sería: “ Venid a mí todos los estómagos ansiosos, yo os restauraré”. Mira por dónde que este humilde cocinero, incorpora un término, restaurador, y un concepto, el restaurante, que cambiarán los hábitos y costumbres de la humanidad.

Boulanger arranca la aventura de su “moderno” establecimiento ofreciendo a la clientela uno de sus platos preferidos, las manitas de cordero en salsa blanca.
Poco a poco recupera del viejo recetario de su antiguo señor otros platos y, al anotarlos con su precio, ! crea la carta ¡. No contento con esto, le da un giro radical al local, buscando la comodidad de su clientela, y elimina las mesas corridas, aportando como gran novedad la mesa individual, para poder comer solo y con tenedor. ¡Todo un atrevimiento¡.

Este increíble concepto se extendió como la pólvora por toda Europa y el resto de la historia sabemos cómo continua, porque la estamos disfrutando día a día. El hombre ilustrado y la gastronomía. ¡Viva la Revolución!

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