Pues tengo que ponerlo en interrogación, la verdad, y no es porque no esté de acuerdo con el placer de poder disfrutar de nuevo de aquellos maravillosos años, sino porque la situación actual de nuestros jóvenes alumnos de la hostelería andaluza no pasa por su mejor momento. Hoy además, con motivo del Día Internacional de la Juventud, considero que es una fecha ideal para poder trasladarles cual es la situación real de estos profesionales del futuro que hoy se encuentran con un presente agridulce por la situación de las escuelas de hostelería de nuestra comunidad autónoma.
Como es habitual en Andalucía somos capaces de lo mejor y de lo peor en un breve espacio de tiempo o en una pequeña fracción de terreno. Nuestra tierra es una potencia agroalimentaria de primer nivel y una cantera de cocineros con estrellas de primera división. Cuando los turistas nos eligen lo hacen motivados por nuestra cultura, nuestros monumentos y, sin duda, por nuestra despensa cargada de productos extraordinarios que cualquier otro país hubiera elevado a la categoría de Patrimonio Nacional. Pues aun así nuestro futuro y el de nuestros jóvenes esta descabezado y se dirige a la deriva de un mar que seguro no ofrece buenas capturas.
La Administración Pública debiera tomar de una vez por todas el Toro por los cuernos de esta potente industria gastronómica futura y obligar a que se cumplan los convenios por los que se rigen las escuelas públicas. En muchos casos no sólo se incumplen repetidamente los acuerdos alcanzados con los gestores sino que incluso en muchas ocasiones los formadores de estos jóvenes no cobran sus nóminas durante meses. Todo esto me hace llegar a la conclusión de que la situación es muy compleja y que la solución no está en pequeños acuerdos sino en un gran pacto por la formación profesional de nuestros jóvenes vinculados al mundo de la hostelería. En caso contrario, ¿cómo pretende Andalucía seguir captando turistas sino cuenta con los profesionales debidamente formados para recibirlos con calidad?
Si no le ponemos remedio a esta situación muy pronto lamentaremos durante años no haber tomado decisiones acertadas en esta dirección y veremos cómo profesionales de otras procedencias ocupan los puestos que debieron ser ocupados por nuestros jóvenes profesionales locales. En definitiva: menos lamentos y más acción.
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