Que alegría llegar a un establecimiento de hostelería y encontrarte a un profesional motivado, con ganas de agradar y, sobre todo, con ganas de compartir su conocimiento y experiencia. Es cierto que todo este conjunto de conocimientos y buen hacer no se aprende en ninguna escuela o universidad y que solo depende de la actitud de cada uno. Pero amigo, cuando un comensal se sienta en un restaurante y se deja llevar por el mando firme y acertado de un profesional de la hostelería, hasta el mar más bravío se convierte en una pequeña balsa de aceite. Los encontramos en muchos sectores, pero tal vez en la hostelería y en el rango de camarero o jefe de servicio sea en el que nos dé más gusto, ya que nos ayudan a seleccionar debidamente los platos y a descubrir aquellos vinos que antes nunca habíamos catado.

La Castillería de Vejer es ampliamente conocida y su buena fama precede a este negocio en cualquier lugar. Sus carnes de vacas kilómetro cero o sus cortes de F1 son una delicia al igual que ese pequeño oasis creado a la sombra de una frondosa vegetación. La cocina abierta y a la vista garantiza que no hay trampa ni cartón y, por si hubiera alguna duda, te enseñan el chuletón antes de pasarlo a la brasas. Su carta de vinos es extraordinaria y su afición a los Borgoñas hace de este rincón del paraíso un lugar al que regresar con frecuencia se antoja necesario.

Pues todos estos parabienes se quedan cortos para hablarles de Jesús, un extraordinario y amable profesional que hace que la experiencia gastronómica se eleve a otra dimensión gracias a su simpatía y buen hacer. Está claro que lo que hace le gusta, pero lo mejor es que lo comparte y nos hace disfrutar a los demás sin hacer (aparentemente) ningún esfuerzo extraordinario. Curioso por conocer nuevas etiquetas, formado con gusto en el arte de recibir, simpático y resolutivo podrían ser algunos de los calificativos, aunque creo que él coincidirá conmigo que es, sin más, un buen profesional, que ama su trabajo y cree en la filosofía del restaurante. En nuestra visita nos llevó en palmitas por la carta, haciendo que las medidas fueran las adecuadas y que el vino no faltara. Por supuesto, nosotros hicimos lo propio al finalizar el almuerzo, aplaudir para agradecer y dejar una buena propina para asegurarnos de que en nuestra próxima excursión seguirá al pie del cañón. Estas breves líneas sirvan para agradecer a Jesús y a todos los profesionales del sector que nos hacen disfrutar con su trabajo y buen hacer. Así como Joaquín Sabina escribió: ‘Pacto entre Caballeros’, hoy yo lo sello también con esta columna.

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