Cuántas veces hemos oído esta frase y cuántas veces hemos sido nosotros mismos quienes hemos alabado el arte en los fogones de nuestras madres. Cuántas veces las hemos añorado en la lejanía por su cariño y por supuesto por sus recetas. Sin duda la madre es el corazón de nuestras cocinas y las mejores defensoras de nuestra dieta mediterránea. Siempre velando por nuestros gustos y rebanándose el cerebro para no repetir un menú.
En breve celebraremos el día de la madre y es por eso que ahora reflexiono sobre su papel en la historia de la cocina. Un papel protagonista de una obra principal que se traslada de generación en generación y que permite que nuestro recetario permanezca vivo y en constante evolución. Las madres son el hilo conductor de nuestra historia gastronómica. Son las primeras en educarnos el paladar y las más fervientes defensoras de la cocina de calidad, de la cocina con mayúsculas, de la cocina que se elabora desde el corazón. Todos estaremos de acuerdo que además son unas excelentes financieras capaces de convertir un humilde presupuesto en una obra maestra de la cocina a la altura del mejor chef.
Es por todo ello que hoy cocino yo para mi madre y levanto una copa de vino de Jerez para brindar por todas las madres de España y del mundo que con su cariño, dedicación y esfuerzo diario hacen posible que todos los demás disfrutemos en casa de una buena mesa; por todo ello feliz Día de Madre.
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